UN CUENTO PARA EL ABUELO

RECUERDOS DE UN CHANGO VIAJERO.

-¿Será la eme de mi nombre la que aparece en ese cerro abuelo?, ¿pareciera que dijera Matula, le decía mi padre a su abuelo. El abuelo dejó un chiquillo de jaivas, tocó la espalda de mi papá y juntos quedaron mirando desde la playa Cachinales, el macizo cerro de la Cordillera de la Costa que cae imponente besando la caleta de Bandurrias - se ve grande de aquí - dijo el abuelo, es, porque son son caminos troperos, como el cerro es muy empinado se hace este tipo de camino para que las bestias no tengan muchas dificultades para subir, y se ve grande porque también se aparejaban los mulares cuando la carga era pesada... Se queda el abuelo con su mirada fija sobre el cerro, como si un vendaval de recuerdos de juventud invadieran su mente. Luego respiró profundo, y fue cuando mi papá le preguntó - ¿recuerdos abuelo? ... -Eran los únicos caminos, los que hacían los mulares para llegar a Taltal o a las salitreras. Antes de conocer a tu abuela, trabajaba en el comercio, de llevar pescado, mariscos, quesos de cabra, charqui, pescado seco y cueros de oveja y cabra hacia la oficina salitrera "Santa Luisa"; bueno, fue cuando estaban en todo su apogeo, cuando no había luna llena nos acompañábamos de un chonchón y se aprovechaba el fresco de la noche para viajar, -¿abuelo, y son puros cerros hasta Santa Luisa? replica mi padre, - dice el abuelo... no... bajamos el cerro de la eme bordeándolo hasta llegar a la gran quebrada ancha y lisa que nos acompañaba hasta la pampa. Subió un poco la marea... nos quedamos en la arena de Cachinales y fue como si en forma telepática le transmitiera la pregunta a mi papá y éste al igual que yo, embobado con los recuerdos del abuelo le preguntó: - abuelo y ¿cómo era la vida en Santa Luisa?
- Era una oficina tal vez la más equipada en cuanto a maquinarias y herramientas para la elaboración del salitre en los tiempos cuando yo trabajaba para esos "lares", salía el caliche a borbotones de la tierra, e incluso venían familias enteras del sur del país a trabajar a Santa Luisa, mientras más era la demanda de los países extranjeros, más era la gente que se ocupaba, ¡claro! en esos tiempos poco se ocupaba el pago con ficha por lo que había sucedido el año 1907 en Iquique... yo llevaba, por ejemplo, el queso de cabra y lapa seca al cual los gringos le hacían chupete. Aprovechaba también de comprar en la gran pulpería, una de las más abastecidas del cantón salitrero; variedades de productos en conserva, y más de alguna vez le traje un género fino a mi mamita de la salitrera, a veces me encontraba con grandes compañías extranjeras que ofrecían espectáculos en un galpón grande, se parecía al que hicieron en Taltal el año 21. Asistían las viejas copetonas, los peces gordos y la gente tenía derecho a ver lo mejor del mundo, según, decían los carteles pegados en casi toda la oficina.
-Cuando llegaba en domingo, tenía la oportunidad de ver la retreta de la pequeña banda del pueblo. O simplemente un grupo de viejas y viejos haciendo sonar sus bocas o papeles con peinetas que le daban sonido y la llamaban las mur...mur...murgas, al parecer, por las tardes las infaltables pichangas de los pampinos con pañuelos amarrados a sus cabezas y los calamorros con que trabajaban, una "patá" de esas lo tiraba directamente a la enfermería. Eso era los domingos, porque los días de semana después de la pega jugaban más de 40 viejos por lado y la "polvarea" de tierra se podía ver desde la oficina más lejana, por algo en su tiempo fueron los mejores del cantón, las fiestas de la primavera, esas "tercias" eran bellas con todo lo que hacían, bailes, disfraces, y mucha algarabía, alguna vez en esas fiestas vi cantar a una pequeñita que cantaba rancheras y que fue famosa en toda la pampa nortina por su belleza. La primera vez que escuché la vitrola fue en Santa Luisa en una cantina, cuando me encontraba con el rusio, un gran amigo, "guaso", grande, que había sobrevivido a la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, que llevaba años por estos "lares", arrancando de la explotación que le hacían al pampino más al norte. Me acuerdo que estuve toda la tarde con mi amigo tomando y escuchando la linda melodía que salía de esa cosita , no supe ni del Patas Cortas, el Corbata y los cuatro burros que me acompañaban. Ahí se me enamoró el Chasca, un mular café de los más apetecidos para la carga, lo habían visto cerca de una mula en los carretones donde llevaban el caliche para Taltal...¡dónde lo iba a encontrar! más de trescientas carretas todas a tute con salitre para salir a Taltal, donde esperaban tantos barcos y de diversas banderas en la bahía de Nuestra Señora.
El rusio gran amigo mío, y el paco Vega fueron los únicos que apostaron por mí, cuando me tocó pelear con el gringo Jhon, el más macanudo y provocador de Santa Luisa, después de casi veinte minutos de feroz resistencia le pongo un "mangazo" de izquierda y el gringo no se paró más...mientras ya se había congregado toda la oficina que gritaba - chango...chango...chango...desde ese día el gringo allá en Santa Luisa se sacaba el sombrero para saludarme.
-¡Con razón el tío Juan era bueno para los combos!...dice mi padre, fue todo lo que le escuché en ese rato a mi papá que parecía alucinar con las historias de su abuelo...
-El rusio, mi amigo ese gancho si que era "encachao", después, años más tarde, siempre lo veía hasta viejo en los periódicos de la época, siempre al lado de un tal Recabarren, creo que hicieron mucho por la situación laboral del obrero y del pampino. Santa Luisa, creo, fue la mejor que conocí por lo menos la más grande, incluso hubo un tiempo donde los gringos me ofrecieron pega en el ripiado de los cachuchos; decía el abuelo con sus ojos brillosos y emocionados.
-Hacia la línea del tren, cuando este llegaba o salía no me acercaba mucho ya que los burros se me espantaban. Sobre todo cuando tocaba el pito porque a veces cuando venía la caravana lejos, bien adentro en la quebrada se escuchaba el pitazo...-¿Desde cuando tiene recuerdos abuelo?... dice mi papá... - de la pampa... contesta el abuelo...-desde que era niño, a los seis o siete años mi primer viaje junto a mi padre recuerdo que la noche estaba totalmente estrellada, fue cuando nos acompañó una estrella grande luminosa con una gran cola que también brillaba bastante, fue algo imborrable de mi mente porque nunca más lo vi. Salvo el año 85 pero se veía algo borroso...¡ah ah ah! entonces fue el cometa Halley, dijo mi papá, asimilando uno con otro -cuando... un grito a lo lejos nos decía...¡a tomar once!, sin darnos cuenta nos habíamos quedado la tarde entera escuchando las historias del abuelo de mi papá, es decir, mi bisabuelo, que se pararon riéndose cuando yo dije: que me llevaría la centolla más grande confundiéndola con la jaiva,

                                                                          FIN